MALAS NOTICIAS: LANGOSTINOS BARATOS
Hoy en los países occidentales se consumen muchos
más langostinos que hace diez años, todos lo podemos constatar. ¿Cómo
así?
Hombre, sobre todo porque están baratos y hemos perdido la costumbre de
reservarlos para las ocasiones especiales. Y ¿por qué ha bajado el
precio? Pues
porque hay más oferta. Sin embargo, no es que los langostinos de
nuestros mares se
hayan puesto a reproducirse más que nunca; lo que pasa es que
importamos cada
vez más de otras partes del mundo.
Langostinos cultivados
Típicamente, las zonas costeras pantanosas de países tropicales son manglares: bosques de mangle, un árbol que vive en agua salada. La mayoría de granjas de langostinos se instalan en estas zonas: los manglares son arrasados completamente y se convierten en “piscinas”.
Los manglares son uno de los ecosistemas más ricos del mundo. La gente que vive en los alrededores obtiene muchos pescados, reptiles, mamíferos, moluscos, crustáceos, aves, plantas medicinales, hierbas, venenos, sustancias para curtir, especies, madera, etc. Cuando se destruye un manglar desaparece la fuente de todos estos recursos, además del entorno natural de esta gente y parte de su identidad cultural.
Los manglares filtran los sedimentos que van de tierra hacia el mar, de forma que al talarlos los arrecifes de coral que hay delante de las costas quedan sepultados. Resulta que un 10% de la pesca marina mundial se obtiene en estos arrecifes.
Los manglares protegen la costa de tormentas y huracanes y frenan la erosión. Las zonas que los tsunamis afectan de forma menos virulenta son las protegidas por arrecifes de coral y manglares en buen estado de conservación.
La FAO estima que desde 1980 se ha perdido un 25% de la superficie de manglares, la mayoría debido a la instalación de granjas langostineras.
Para aportar nuevos langostinos a las granjas se tienen que capturar larvas o hembras que lleven huevos (aunque se está empezando a conseguir que se reproduzcan en las piscinas), lo cual hace disminuir la cantidad de langostinos que estarán disponibles en el mar para los pescadores locales. Se ha calculado que por cada larva capturada se matan un centenar de peces.
Las granjas generan como residuo una gran cantidad de materia orgánica que desequilibra el área marina donde se desagua. Las piscinas se tienen que llenar regularmente con agua nueva.
¿Quién sabe qué hay en el pienso con que se alimentan los langostinos? Quizás ni los que lo fabrican. Lo que sí se sabe es que contiene harina de pescado, que no es precisamente la dieta natural de los langostinos. Hacen falta tres toneladas de pescado convertido en harina para producir una tonelada de langostino.
La cría de langostinos es uno de los cultivos donde se usan más pesticidas, antibióticos, immunoestimulantes, etc. En los langostinos pueden quedar residuos de todos estos productos, nada saludables. El cloranfenicol es un antibiótico que está prohibido porque puede provocar una variedad mortal de anemia en los humanos pero que se usa habitualmente porque no se ha encontrado ninguna otra forma de combatir algunas epidemias en las piscinas.
Los pescadores tienen que incrementar la cantidad que pescan para poder competir en precio con los langostinos de granja, y esto empuja hacia la sobreexplotación del mar.
Las granjas de langostinos eliminan los peces de los manglares, con lo cual los habitantes de la zona se quedan sin su principal fuente de proteínas animales. Además no tienen acceso a los langostinos criados en las piscinas porque la mayor parte va hacia países del Norte.
Para instalar granjas de langostinos se han robado tierras utilizando violencia y asesinatos; ha habido muertes en al menos 11 países.
Estas piscinas tienen una vida de 3 a 10 años (porque los restos de antibióticos, comida, sal, etc., las hacen inhabitables); en Ecuador el 90% de las que se construyeron ya están cerradas.
La aparición
de la
acuicultura en los
años 70
prometía un salario a los “pobres pescadores” de las zonas costeras.
Treinta
años después, esta gente se encuentra que con el dinero que gana puede
comprar
menos pescado de lo que antes pescaba, y encima ahora no puede ir a
pescar al
manglar porque ya no existe. Además, el sueldo depende de factores
lejanos como
que en Occidente se pase la moda de los langostinos, que haya una
epidemia
incontrolable (en el 99 en Ecuador hubo un ataque de un virus que hizo
bajar
las ventas a menos de la mitad) o sencillamente que la piscina se agote.
Langostinos pescados
Cuando se obtienen directamente del mar, los langostinos se pescan usando la técnica del arrastre: se hace llegar la red hasta el fondo y se va arrastrando, con lo cual además de los langostinos se captura toda clase de fauna marina, crías incluidas. Se calcula que con cada kilo de langostinos la red de captura también entre 5 y 10 kilos de otras especies. Todos estos pesces “extra” mueren y se tiran por la borda; se calcula que la pesca de langostinos es responsable de un tercio de todo el pescado que se tira por la borda en la pesca mundial. Es imposible cuantificar el efecto de esta masacre masiva sobre el ecosistema marino.
Según la FAO es muy fácil observar que muchos langostinos se pescan incumpliendo alguna ley.
La pesca masiva de langostinos también arrebata a los pescadores locales su principal fuente de proteínas animales.
Por otro lado, el transporte de langostinos en frío a lo largo y ancho del mundo, ya sean pescados o criados, implica un consumo energético reseñable.
Todas estas
problemáticas son reconocidas por la
FAO, la organización para la alimentación y la agricultura de las
Naciones
Unidas, que ha elaborado varios informes sobre la situación y ha
redactado un
código de conducta para controlar los impactos ecosociales de la pesca
y el cultivo
de langostinos. La convención internacional Ramsar exige una moratoria
a la
apertura de nuevas granjas hasta que no se hayan evaluado sus impactos
más en
profundidad. Todo es papel mojado: la industria langostinera se
continúa
expandiendo, en buena parte gracias a las subvenciones que recibe del
Banco
Mundial.
Algunos problemas de fondo
No es que seamos especialmente torpes con los langostinos; se trata de rasgos genéricos de nuestra cultura:
Cuanto más barato, mejor Es quizás nuestra ley más universal. Por eso es más prioritario producir masivamente (para minimizar el coste por unidad) que adecuar el ritmo de producción al de los ecosistemas, y se prescinde de cosas que tienen un coste económico como aplicar medidas de reducción de impacto ambiental o remunerar correctamente la mano de obra.
Por arte de magia Valoramos como positivo que los consumidores no tengamos que preocuparnos de qué ha pasado antes de que los productos “aparezcan” en la tienda sino únicamente de tener dinero para comprarlos. Esto nos hace olvidar que para obtener cualquier recurso dependemos inexorablemente de los ecosistemas, favorece el uso de formas de producción que en caso de ser conocidas públicamente serían rechazadas, y dificulta detectar señales de agotamiento de los ecosistemas con antelación suficiente como para evitar llegar a situaciones irreversibles.
“Desarrollo”
El contacto directo con la naturaleza se desprecia porque se cree que
va en contra del desarrollo (por ejemplo, está mejor visto tener dinero
para comprar langostinos que pescarlos directamente). Es un dogma que
se aplica de manera automática; no es habitual tener en cuenta que cada
situación concreta se puede valorar de manera diferente.
Qué podemos hacer como consumidores
Según el catedrático de economía ecológica español Joan Martínez Alier, Los consumidores de langostinos cultivados que viven en Europa, EE.UU. o Japón tienen una responsabilidad moral por esta destrucción de ecosistemas y de subsistencia humana. Ciertamente, todas estas situaciones son a la vez efecto y causa de la gran cantidad de langostinos que consumimos.
Volvamos a hacer de los langostinos un artículo para disfrutar sólo en las ocasiones especiales; así de paso reforzamos que sean realmente especiales.
Compremos sólo langostinos pescados en nuestros mares (que no son ni una cuarta parte de los que encontramos en el mercado).
Preguntémonos también por la forma de producción de las gambas (muchas se pescan industrialmente en Argentina) y en general de cualquier producto.
Apliquemos todo esto tanto en casa como en los restaurantes.