La palabra higiene procede de Hygeia, la diosa griega de la salud. Sin duda, el establecimiento de los servicios públicos de agua corriente y alcantarillado en los pueblos y ciudades fue clave en la eliminación de enfermedades infecciosas, frecuentes en el pasado. Hoy, sin embargo, el nivel de higiene pública en la gran mayoría de localidades es suficiente como para no temer por la salud a causa de poca higiene. En cambio, sí debemos temer por la salud según qué ingredientes contengan los productos de —precisamente— higiene. No apliquemos sustancias ni prácticas nocivas en la piel ni en el cabello.
En muchos geles y champús se añaden ingredientes complementarios, mayoritariamente vitaminas y proteínas, para que el producto parezca más "sano y nutritivo". Desvinculemos la salud de la piel del uso de los geles y champús.
Analicemos qué naturaleza y necesidades de limpieza tenemos para decidir con qué frecuencia nos duchamos y lavamos la cabeza.
Elijamos productos de cosmética natural siempre que podamos.
Para que los reclamos engañosos no nos engañen, aprendamos a entender algo las etiquetas de los productos de higiene.
Empresas y organizaciones del sector: Dr. Hauschka, Cosmètics Giura, Henkel, Laboratorios Alter, Puig, Weleda, Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética;
Centros de investigación: Facultades de Medicina y Farmacia de la Universidad de Barcelona;
Expertos: Mercedes Berlanga, Ignasi Dies, Laura Lacueva, Marc Julià, Martí Saurí;
Organizaciones: BDIH, Biocultura, Biofach, Ecocert, Ecoviure, Greenpeace, Natrue, Soil Association;
Revues: Folia Dermatológica Peruana, The Ethical Consumer.